Las bici(ruedas) de Manuel Perdomo
Haría presume de un mercado umbroso en su Plaza, plaza que al anochecer enciende sus faroles y transporta lejos en el tiempo, muy atrás, cuando era calle y plaza rodeada de hermosas viviendas, y se llamaba entonces, Plaza León y Castillo. La brisa yendo y viniendo como los años, y el pueblo viendo crecer sus familias. Apenas comenzada la década del 40, y para ser precisos en el año 42, Haría vio nacer a un varón nombrado Manuel, arropado en hierro y fino serrín. Como una rueda, la vuelta se hace, y el tiempo fue rodando hasta nuestros días, y me permitió conocer al hombre que naciera moldeado por el hierro y la madera: Manuel Perdomo.
Manuel se paseaba por el mercado acompañado de una bicicleta. Y no una bicicleta cualquiera. Como un tesoro listo para llevar a un museo, la bicicleta me guiñó un ojo farolado y me atrapó en las redes de la curiosidad. Primero me llamó la atención, la rueda trasera, de diámetro veinte y la minúscula rueda delantera. Luego comencé a devanarme los sesos ante aquel artefacto, pura bicicleta. Los elementos del cuadro, el sillín, el plato, en fin, todo el tren delantero, me parecieron, en lo personal, -que, aunque no conozco mucho de su anatomía, he visto y montado sinnúmero de bicicletas- algo salido de manos maderadas. La madera era el elemento que aportaba esplendor al biciclo.